Al igual que Esdras, Nehemías también tipifica al Espíritu Santo en su obra de restaurar al hombre ante Dios. El capítulo 1 habla del conocimiento que Nehemías tenía de la miseria del pueblo en Jerusalén y luego de su oración a favor de este pueblo. La palabra dice que el Espíritu Santo intercede por los siervos con gemidos inexpresables (Rom 8:26) así como fue la oración de Nehemías: “Ellos, pues, son tus siervos y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa. Te ruego, oh Jehová, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre;” (Nehemías 1:10-11a).
En el versículo resaltado, vemos que el rey permitió a Nehemías ir a Jerusalén para realizar las obras necesarias, pero le puso un tiempo para regresar al reino. No me quedaría en Jerusalén para siempre. ¿Cuánto durará tu viaje y cuándo regresarás? Lo que debemos entender es que el Espíritu Santo fue enviado para realizar la Obra de Dios entre el pueblo, pero un día regresará a la Eternidad con la Iglesia. Vino con autoridad y poder para realizar todo lo que sea necesario (Nehemías 2:7-8). El Espíritu Santo fue enviado por Jesús para la edificación del hombre, para la restauración de lo que el pecado destruyó, para restaurar la gloria que el hombre perdió. Pero desde el principio está determinado que permanecerá con el hombre por un tiempo. Este tiempo, como ya hemos visto, se llama tiempo de gracia, pero este tiempo tendrá un final, y tendrá lugar cuando el Espíritu Santo regrese a la Eternidad, en el momento del arrebatamiento. Él regresará allí y el tiempo ha sido establecido antes de que Él venga. Siempre hay una palabra de aliento que Él trae al hombre desde el inicio de su obra hasta el día del arrebatamiento.
Dios restaura a su pueblo
Cuando el pueblo de Dios fue llevado cautivo a Babilonia por el rey Nabucodonosor, a causa de sus pecados, la profecía dada a través del profeta Jeremías determinó el tiempo del castigo: 70 años. Daniel, el joven siervo, sirvió a Dios con total fidelidad y alcanzó una alta posición entre aquel pueblo. Otros siervos permanecieron fieles durante todo el exilio y cuando se cumplieron los 70 años, Daniel ya era viejo y oró para que el pueblo regresara a la tierra. Esdras era un sacerdote temeroso de Dios. Regresó a Jerusalén llevando consigo a buena parte del pueblo y el rey Ciro lo ayudó, haciendo cumplir la orden de Dios. Esdras (Capítulo 1) habla muy claro de esto y el Capítulo 2 menciona los nombres de los que regresaron con Zorobabel y que apenas se establecieron en la tierra, levantaron el altar para adorar a Dios. El templo fue reconstruido y el gozo fue intenso. En el capítulo 4 vemos que el enemigo se levantó furioso, pero los profetas exhortaron y el pueblo obedeció la voz de Dios. Así es en la obra del Señor. Bueno, fue en estas circunstancias que surgió nuestro estudio, con el objetivo de recordarnos que todo servicio de Dios tiene un fin provechoso, que es nuestra edificación espiritual, nuestro crecimiento....
Nehemías sirvió al rey en el palacio, pero como todo aquel que permaneció fiel al Señor, su corazón estaba en la obra de Dios (Nehemías 2:3). Como vimos en el capítulo 1, le llegan noticias de que los trabajos de restauración del templo iban bien, pero las paredes y las puertas estaban quemadas. ¿Qué casa puede estar segura con paredes caídas y puertas quemadas? Por eso estaba tan triste que el rey, que nunca lo había visto triste, le preguntó cuál era el motivo de su tristeza. Y su respuesta fue: Porque los muros de Jerusalén están destruidos; ardieron las puertas y arrasaron los sepulcros de mis padres.
Con el permiso del rey, Nehemías es liberado para la obra de reconstruir los muros y las puertas. Esta obra es un paralelo profético respecto de la obra de Dios, que el Espíritu Santo realiza en medio de la iglesia. El sirviente fue citado a un trabajo; obra que es gobernada por el Espíritu Santo. Así como el templo erigido en Jerusalén simbolizaba la vida espiritual de Israel en orden, su restauración simboliza la reconstrucción del hombre como un verdadero templo de adoración a Dios, donde el Espíritu Santo, tipificado por Esdras, opera este avivamiento. Los muros y puertas son la protección de la ciudad contra los ataques. Para que los tesoros almacenados sean preservados, el pueblo permanezca seguro y libre en su tierra y que nada entre en medio de ellos que pueda traer daño a la ciudad y al pueblo. Reconstruir los muros y puertas en la vida del siervo tiene el mismo objetivo:
i) Mantener viva la obra del Señor en el corazón del hombre;
ii) Evitar que las riquezas espirituales sean socavadas;
iii) Impedir que el hombre sea llevado cautivo a cualquier otro lugar, fuera de la comunión;
iv) Evita que entre en tu corazón y en tu mente todo aquello que pueda dañar tu vida espiritual: incredulidad, herejía, razón, desobediencia, etc.
Nehemías llamó a todo el pueblo a reconstruir los muros porque el siervo debe tener una participación activa en estas cosas. Él es quien debe velar por la obra en su propia vida. Eran diez puertas y hablaremos un poco de cada una de ellas. El número diez simboliza en la Palabra la doble responsabilidad que cada uno tiene por la salvación personal. El nombre de los puertos:
1 – Puerta de las ovejas
2 – Puerta de pescado
3 – Puerta vieja
4 – Puerta del Valle
5 – Puerta de descarga
6 – Puerta de origen
7 – Puerta del Agua
8 – Puerta del caballo
9 – Puerta oriental
10 – Mifcade de oro